La importancia de educar en adicciones
La función educativa es, por tanto, inherente al rol de padres y madres. Tengamos o no la intención clara de educar, estamos haciéndolo por el mero hecho de ser padres. Nuestra manera de ser y actuar es un modelo de aprendizaje para nuestros hijos e hijas. Somos un espejo en el que se miran, que imitan y del que aprenden. Por tanto, si no nos implicamos en la educación, no dejamos de educar, sino que estamos haciéndolo deficientemente, y nuestras hijas e hijos aprenden con y de esas deficiencias. En la familia educamos afectiva y socialmente. Es en el hogar donde las personas, desde pequeñas, aprendemos:
• A sentir y mostrar afectos.
• A expresar y canalizar emociones.
• A hablar y a escuchar.
• A querer y ponerse en el lugar de la otra persona.
• A compartir.
• A asumir normas y responsabilidades.
• A obtener premios y castigos.
• Valores y actitudes.
Podemos distinguir diferentes estilos educativos, en base, por un lado, al control o a la imposición que ejercen los progenitores (alto o bajo) y, por otro, al afecto o apoyo que dan a los hijos y las hijas (alto o bajo). Así, podríamos diferenciar cuatro estilos principalmente:
Pautas generales de actuación para prevenir los problemas derivados del consumo de alcohol:
• Enseñar comportamientos y hábitos saludables, y actitudes favorables al propio cuidado y al de los demás.
• Promover un clima familiar afectivo positivo, donde prevalezcan las actitudes de reconocimiento y respeto, una comunicación fluida y manifestaciones de cariño y afecto incondicional.
• Establecer un sistema coherente de normas y límites, adaptados a la edad de nuestras hijas e hijos.
• Fomentar los valores prosociales (participación, solidaridad, diálogo, paz,…), para favorecer la convivencia y las relaciones positivas con las demás personas.
• Desarrollar actitudes críticas, enseñarles a asumir responsabilidades y practicar recursos de autocontrol, de manera que favorezcamos su autonomía, su seguridad y su confianza y puedan tomar decisiones de una manera más responsable.
• Regular nuestro propio consumo (si lo tenemos), llevando a cabo un consumo responsable, moderado y respetuoso, o bien entender, de una vez por todas, que el consumo de alcohol es perjudicial en poca o mucha cantidad.
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