PREVENIR desde la infancia


Introducción

No es fácil hablar de adicciones cuando hablamos de niños, cuando hablamos de nuestros hijos. Es de suponer que la mayoría de estos niños no tienen aún este problema, pero creo que al menos sí pueden tener el del abuso, que es la antesala de la adicción. Comenzaremos por definir lo que significa la palabra adicción que todos identificamos con la sustancia prohibida, de ingesta de sustancias como el alcohol, el tabaco, y además con la marginalidad de las que están prohibidas, como la marihuana, la cocaína, el éxtasis. Sin embargo si nos atenemos a la definición de adicción, sería el hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna droga pero también hablamos de los componentes fundamentales de los trastornos adictivos  que serían la pérdida de control, la dependencia  y la afectación negativa de la voluntad de las personas que se dejan dominar por sus impulsos,  y estos criterios sí los cumplen otra serie de actividades que pueden llegar a “enganchar “ de forma peligrosa a quienes comienzan a abusar de ellas. Son actividades que han llegado con el progreso, la mayoría de ellas nos facilitan la vida, nos dan información y formación, y son totalmente inocuas siempre que se sepan utilizar. Son básicas, yo diría que imprescindibles en nuestras vidas y además nuestros hijos ya han nacido y crecido con ellas.

Sugerencia 1

 

Sugerencia número 1: Prestar mucha atención al apego y al vínculo desde el nacimiento. El viaje adictivo comienza desde el mismo momento que nacemos y entramos en contacto con nuestra primitiva identidad. Convivimos con los primeros estímulos y el apego y el vínculo empiezan a formar nuestro ser. ¿Qué es el apego y qué es el vínculo en adicciones? El apego se entiende como un vínculo con un lazo afectivo muy fuerte que determinará el desarrollo posterior de la personalidad del niño, su forma de relacionarse con los demás y con todo lo que le rodea. El apego también influirá en como se ve a sí mismo. El vínculo significa unión, lazo, atadura, sujeción, relación entre dos cosas, dos personas o animales, o una persona y una cosa o animal. Pueden existir vínculos materiales, como el que une a alguien con sus bienes, vínculos espirituales, o vínculos de sangre que unen a los miembros de una familia entre sí, generando a su vez entre ellos también vínculos afectivos. La vida de todos nosotros se condiciona a múltiples relaciones y al hábitat o entorno en el que desarrollamos nuestras actividades, generando, cuando esas relaciones persisten en el tiempo, vínculos de diversa índole, que pueden ser de amor o también de envidia, celos u odio. Es entonces que el viaje adictivo puede ya prevenirse y debe hacerse. Si prevenimos adecuadamente la adicción desde la infancia conseguiremos que los recuerdos de los vínculos afectivos sean en su mayoría positivos, abiertos, fáciles de conocer, autónomos, con alta autoestima y una imagen positiva de los demás. Carecerán de problemas interpersonales graves y mostrarán confianza en los demás. Disfrutarán de un equilibrio entre las necesidades afectivas y la autonomía personal.[2]

Sugerencia 2

 

Sugerencia número 2: Prestar mucha atención a los sentidos y a las nuevas tecnologías: Los niños no tienen capacidad crítica. Un vínculo adictivo en este momento puede ser lo que ven en la televisión, para ellos la realidad. Ellos imitan lo que ven. Películas, series, dibujos animados, tabletas, teléfonos inteligentes, imágenes de informativos, con escenas violentas o de contenido sexual y todo ello en su franja horaria. Los nuevos espacios televisivos han desplazado los programas infantiles que en la actualidad sólo se pueden permitir los que tengan plataformas televisivas contratadas. Las personas cuentan cosas muy íntimas de explícito contenido sexual, por dinero, que evidentemente pueden convertirse en modelos o ejemplos para unos niños que no han desarrollado aún el sentido crítico. Los modelos de éxito que existen hoy pueden ser engañosos. Más de una hora diaria es mucho para los niños y no debe llegar a las dos para los adolescentes. No se debe ver la televisión a oscuras, o con escasa luz. Y los niños no deben verla solos. Es muy importante que los padres sepan siempre lo que los niños ven, que se sienten con ellos y les pregunten acerca de lo que entienden o asimilan de determinados programas.[3]  

Sugerencia 3

 

Sugerencia número 3: Interactúa y dedica tiempo tecnológico con ellos: Prestando atención a los que sean menos perjudiciales de todo el abanico cotidiano en deportes, concursos, series familiares, documentales, etc. Establece con el niño, horarios, programas de la noche que desea ver si es mayor de 12 años, puede ser como un premio, o ver los viernes, por ejemplo, siempre que el programa sea adecuado, algún episodio especial en familia, pero siempre respetando las horas de sueño (como mínimo ocho para todos, deseable). Incluso que se realice una crítica constructiva ante lo que están viendo, de forma que los niños tengan una directriz sobre lo que sucede en la pequeña pantalla o en la actualidad en las diversas formas de comunicación. Evita que la tecnología,  esté constantemente encendida, e intenta que la familia disfrute del silencio de su entorno, en el que se pueda hablar, pensar, escuchar música, leer y sobre todo estudiar. Pero para ello no debemos olvidar la primera premisa de la educación: Dar ejemplo.[4]

 

[1] Vide MENÉNDEZ Isabel, psicóloga infantil. Cf., BALLENATO Guillermo Prieto. Educar sin gritar. Padres e hijos: ¿convivencia o supervivencia? Ed: La esfera de los libros. 2008

 

[2] JARQUE Jesús García. Niños desobedientes y otros problemas de conducta. Problemas habituales. Niños de 3 a 12 años. Ed: Gesfomedia. 2008

 

[3] PHILLIPS Asha. Decir no. Editorial Plaza y Janes. 2001

 

[4] MORA Alcívar Alicia, ESPINOZA Benítez Diana. Influencia de adicción a los juegos infantiles cibernéticos en la calidad del desarrollo emocional del niño de 5 a 6 años. Universidad de Guayaquil Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, 2016.

 

 


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