Estres y deseos de recaida

Publicado el 11 de julio de 2024, 21:15

Definición y Causas del Estrés

El estrés es una respuesta natural del cuerpo a situaciones percibidas como amenazantes o desafiantes. Puede ser causado por una amplia variedad de factores, incluyendo problemas laborales, dificultades financieras, relaciones interpersonales conflictivas, y problemas de salud. El estrés puede ser agudo (a corto plazo) o crónico (a largo plazo).

Mecanismos del Estrés

Cuando una persona enfrenta una situación estresante, el cuerpo libera hormonas como el cortisol y la adrenalina. Estas hormonas preparan al cuerpo para una respuesta de "lucha o huida", aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y los niveles de energía. Si bien esta respuesta es útil en situaciones de emergencia, el estrés crónico puede tener efectos negativos sobre la salud física y mental.

 

El estrés y la adicción son problemas complejos y multifacéticos que a menudo están interrelacionados. Comprender cómo se influyen mutuamente es crucial para desarrollar estrategias efectivas de prevención y tratamiento. A través de un enfoque integral que incluya apoyo emocional, tratamiento médico y técnicas de manejo del estrés, es posible abordar ambas condiciones de manera efectiva y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.


Introduccion

El estrés, ese estado de preocupación y tensión que la OMS define como la respuesta humana natural que nos impulsa a abordar los desafíos y amenazas en nuestra vida, «es algo fantástico, y sin él no sobreviviríamos», afirma el neurorradiólogo Nuno Sousa, catedrático de la Escuela de Medicina de la Universidad del Miño en Braga, Portugal. Ya lo apuntaba a mediados del siglo pasado Hans Selye, fisiólogo austrohúngaro nacionalizado canadiense y pionero del estudio del estrés: no es el estrés lo que nos mata, sino la forma de afrontarlo. ¿Quieren una vida sin estrés? Esperen a estar muertos.

Sousa, cuyas investigaciones se centran en el establecimiento de correlaciones funcionales y estructurales mediadas por el estrés y sus implicaciones en los trastornos neuropsiquiátricos y el envejecimiento, dice que el estrés es casi siempre adaptativo, lo que significa que cuando nos enfrentamos a un nuevo estímulo, nos preparamos para ello.

«La mayor parte del estrés que sentimos es positivo, se resuelve bien y logra que aprendamos y preparemos nuestro cerebro de cara a otros retos que surjan en el futuro –apunta–. Piense por ejemplo en los exámenes a los que se ha presentado a lo largo de su vida; sin duda le causaron estrés, pero lo prepararon para exámenes posteriores. Solo en un pequeño porcentaje de los casos, cuando la persona no reacciona bien ante un determinado estímulo, podemos hablar de estrés negativo o distrés», dice. 

Sin embargo, ese pequeño porcentaje de estrés negativo perjudica la vida de demasiadas personas, lo que ha espoleado a numerosos grupos de investigación internacionales a estudiar cómo afecta al organismo y, en particular, al sistema nervioso.

La investigacion cientifica

En España, y bajo el amparo del Ministerio de Ciencia e Innovación, contamos con la Red Española de Investigación en Estrés (REIS), fundada a finales del año pasado. Esta estructura de investigación cooperativa y multidisciplinar, coordinada por el neurobiólogo Juan Nácher desde la Universidad de Valencia, integra 14 grupos de investigación básicos y clínicos. ¿El objetivo? «Entender por qué el estrés supone un factor de riesgo para muchos trastornos psiquiátricos, lo que conlleva averiguar en qué punto puede desbordar nuestros mecanismos de resistencia –responde Nácher–.

Otro aspecto relevante es conocer qué efectos causa el estrés en las etapas tempranas de la vida. En esas ventanas temporales en las que nuestro cerebro todavía se está desarrollando, el estrés puede impactar en la construcción de los circuitos neuronales. Y también entender las bases biológicas de la respuesta al estrés o de la resiliencia, es decir, la capacidad de adaptarnos bien a la adversidad, para desarrollar estrategias terapéuticas que protejan o reviertan sus efectos».

Cuando vivimos una circunstancia potencialmente estresante, el cerebro procede a organizar una respuesta. Para ello, explica Sousa, disponemos de un sistema sensorial que comprende y percibe esos estímulos y de otro que los evalúa de forma individual, a través de las cortezas sensorial y prefrontal, respectivamente.

A continuación, basándonos en la experiencia previa y en nuestra capacidad de resolver ese problema, pasamos a la acción. A lo largo de la vida vamos tomando nota de si la respuesta que hemos dado a determinado reto ha sido buena o no. «Y esto hace que nuestro eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal se active más o menos en determinadas situaciones», añade. 

En gran medida, explica Juan Nácher, los efectos del estrés están mediados por las hormonas que secretamos en respuesta a los factores estresantes. «La principal es el cortisol, que es captado por los receptores de neuronas de muchas regiones, en especial donde la densidad de receptores es mayor, como ocurre en el hipocampo, la amígdala o la corteza prefrontal, regiones clásicas en las que se estudia la respuesta al estrés. Pero hay más áreas afectadas, como el tálamo o el núcleo accumbens». 

Aunque se empezó estudiando los efectos del estrés en las neuronas, hoy sabemos queafecta a todas las células del cerebro, también a las células gliales –que son las que dan soporte estructural, metabólico y trófico a las neuronas–, y en especial a los astrocitos. Llamados así por su forma estrellada, los astrocitos son el tipo de células gliales más numerosas y desempeñan funciones clave para las neuronas.

Un estudio de 2020 liderado por el Instituto Cajal del CSIC (precisamente fueron Santiago Ramón y Cajal y sus discípulos quienes descubrieron las células gliales, y también fue Ramón y Cajal quien se apercibió de que los astrocitos cambiaban de forma en caso de infección, lesión o enfermedad del sistema central) reveló que son especialmente relevantes en el mantenimiento de las funciones superiores, como son la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva, la atención y la interacción social. No solo eso: además, mejoran el proceso de toma de decisiones. 

 


Los astrocitos

El estrés tiene amplios efectos sobre el cerebro y afecta a todas las células de este órgano, también a las gliales, entre las que se hallan los astrocitos. Ubicados en el sistema nervioso central, es decir, en el encéfalo y la médula espinal, hoy sabemos que su papel es más importante de lo que se creía. Entre sus funciones están las de dar soporte metabólico y antioxidante a las neuronas, reciclar neurotransmisores o regular la transmisión sináptica.

«Pero el estrés puede modificar la densidad de esas células en muchas regiones del cerebro y cambiar su estructura, haciendo que sus ramificaciones se hagan menos complejas», dice Nácher. Los astrocitos, añade, «son muy importantes para el mantenimiento de la neurotransmisión porque participan en el reciclaje y la síntesis de neurotransmisores, así como en el mantenimiento del equilibrio iónico necesario para que la señal eléctrica se desplace por las neuronas. El estrés altera esas funciones y las de ciertas moléculas que segregan los astrocitos, las cuales influyen en el funcionamiento de las neuronas y de otras células gliales como la microglía, conformada por las células inmunitarias del cerebro».

Conclusiones

¿Pero de qué depende que una persona sea más o menos vulnerable al estrés? Según Nuno Sousa, «la distinción entre el procesamiento positivo y negativo del estrés depende de múltiples factores: la intensidad de la exposición al estímulo, la capacidad de respuesta del individuo, su percepción específica del estímulo y una serie de otras condiciones fisiológicas y psicológicas». Incluso hombres y mujeres respondemos de distinta manera bajo presión.

También sabemos que hay ciertos parámetros que afectan a casi todo el mundo. Sousa recordaba que hace unas semanas la sensación térmica en Río de Janeiro superaba los 60 °C. ¿Quién no va a sentirse estresado en esas circunstancias? Pero la naturaleza crónica de otros estímulos ya es más variable: «un individuo que lleva muchos meses en paro probablemente reaccionará con bastante más agresividad, tristeza o ansiedad ante la pérdida de dinero que otro con una situación financiera saneada», dice a modo de ejemplo.

¿Se pueden medir los niveles de estrés que sufre una población? «Frecuentemente se recurre a encuestas de autopercepción que pueden dar pistas, pero harían falta estudios más detallados para saberlo con precisión –dice Juan Nácher–. En cualquier caso, las encuestas realizadas en Europa señalan a España como uno de los países con un nivel de estrés y ansiedad más alto».

Afortunadamente ambos científicos opinan que estamos cada vez más cerca de vislumbrar el panorama completo de cómo el estrés afecta a todas las áreas del cerebro. «Ahora podemos ver, casi en tiempo real, la afectación del cerebro por exposición al estrés utilizando tecnologías de resonancia magnética funcional y estructural», dice Sousa. 

Todo ser humano, decía Ramón y Cajal, puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro. Si nuestra especie lo lograra, ¿no estaría bien que, ante todo, consolidáramos nuevos estilos de vida menos distresantes?

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