Carmina Ordoñez

Publicado el 20 de julio de 2024, 13:14

El recuerdo

El año 2002 fue nefasto para Carmen Ordóñez. A la muerte de Elena Linaza, su tata de toda la vida, se sumó el enésimo enfrentamiento con Ernesto Neyra, su tercer marido, del que Carmen nunca consiguió probar en los tribunales los malos tratos que supuestamente había recibido por parte del bailarín. La separación de su hijo Francisco deEugenia Martínez de Irujo supuso otro disgusto para el equilibrio familiar, muy tocado por las muerte de su padre, Antonio Ordóñez, en 1998, y la de su madre, Carmen Dominguín, en 1982. Ella era uno de los pilares de su vida.

En ese momento Carmen sólo tenía 47 años, pero el deterioro físico había dejado efectos devastadores en su espléndida belleza. Había abandonado un tratamiento ambulatorio por su adicción a los somníferos y ese mismo año ingresó en San Miguel de las Hermanas Hospitalarias y el menor de sus tres hijos, Julián Contreras, había tenido también que llevarla de urgencia a la clínica psiquiátrica Virgen de América en Madrid. Su última estancia fue dos años después, en 2004, en un centro especializado de Cataluña. A su salida, su decadencia parecía irreversible.

Tenía 49 años cuando el viernes 23 de julio de 2004 la señora de la limpieza la encontró muerta por la mañana en la bañera de su piso de Madrid. Tenía una esponja en la mano y el grifo del agua seguía abierto. Su amiga Eva Carreño llegó poco después, advirtió a los servicios de emergencia y dio la noticia a otro de sus mejores amigos, Álvaro García Pelayo, quien avisó a sus hijos. La Policía concluyó que se trataba de una muerte accidental. Nunca se publicó la autopsia.

"No fue necesario divulgar el resultado. ¿Para qué?", asegura a LOC Francisco Rivera, el hijo mayor de Carmen. No había nada raro que desvelar. Mi madre murió por culpa de la cocaína. La droga es un problema que tiene consecuencias terribles y mucho más si se unen, como en su caso, al consumo de somníferos. Fue una combinación letal. Todos sabemos que cuando la droga entra en una casa se produce el desastre. Es una enfermedad espantosa que destroza a la familia, a los seres que quieres y produce enormes sufrimientos

Fran Rivera, 20 años después de la muerte de Carmina Ordóñez: "Mi madre murió por culpa de la cocaína"

Se ha especulado con posibilidades de todo tipo, parece que con poco fundamento.Es vergonzoso que después de tantos años haya ese empeño en buscar algo que no existió. Se han dicho cosas absurdas y todo es mucho más simple. Hemos perdido a una madre excepcional, una mujer increíble a la que echamos mucho de menos. Pero no hay más historias. Y es bueno contar hablar de su problema para ayudar a otros y trasmitirles que el camino de la droga siempre es nefasto.¿Qué pasó aquella noche?.Estuvieron de fiesta y cuando se acabó cada uno se fue. Mi madre quiso tomar un baño pero la mezcla de una sustancia para subir y otra para bajar fue catastrófica. Era jugar a la ruleta rusa.

Las cenizas de Carmen fueron esparcidas entre El Rocío y Tánger, dos de los sitios a los que estaba tan ligada sentimentalmente y en los que fue más feliz, en esa búsqueda constante de evitar la soledad y encontrar cariño y diversión desde jovencita.

Antonio Ordóñez y Carmen Dominguín, hermana del legendario Luis Miguel, educaron a sus dos hijas Carmuca y Belén, con cariño y mucha permisividad. Las niñas fueron al Liceo Francés pero a sus padres no les importaba que faltaran a clase porque les gustaba llevarlas con ellos de viaje. Carmina, una mujer encantadora, de trato exquisito y guapísima, vivía para hacer feliz a su marido y el torero estaba encantado con su matrimonio. Años después, cuenta una amiga de la familia que Carmina lamentaba no haber sido más estricta con sus hijas.

A pesar de esa vida cosmopolita con sus padres, de recibir en su casa a personajes apasionantes como Orson Welles o Ernest Hemingway, Carmen quería salir del ámbito familiar y lo hizo casándose con Francisco Rivera, joven y prometedor torero, muy atractivo y profundamente enamorado de la hija del maestro Ordóñez. La recién casada, de 17 años, no encontró la libertad y diversión que buscaba en su matrimonio, sino una vida ordenada y tranquila en el campo, donde Paquirri entrenaba y se cuidaba para salir a la plaza. Los nacimientos de Francisco y Cayetano no impidieron la ruptura del matrimonio.

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